tenebrismo

En la tenue oscuridad de su habitación
sólo iluminada por siete velas
de un candelabro viejo
ella se mete en la cama de sus abuelos
de palo de rosa de dosel negro
y con las blancas sabanas de hilo
pone la cabeza en los pies de la cama
y mira fijamente el gran crucifijo
de madera románico que corona
la cama con un cristo doliente de cera
y poco a poco se va desnudando
abriendo las piernas y pegando los pies
en la pared y de las heridas del cristo
va ardiendo una fiebre de siglos
de un deseo terrenal carnal humano
y de sus heridas van manando gotas de cera
como lágrimas que caen sobre la piel de ella
que se estremece arqueando las piernas
agarrando con fuerza las esquinas
con sus manos contrayéndose de gusto
y dolor y las manchas blancas van creando un sendero
desde sus pequeños pies griegos siguiendo por sus muslos
subiendo por su sexo rosado
el ombligo hasta llegar a sus pechos de pezones duros y oscuros
convirtiendo suya la pasión del redentor
mordiendo sus labios hasta hacerlos sangrar
y después de temblar
apartando mechones de pelo sobre su rostro
húmedo por el sudor
comprueba que no hay manchas
y de las heridas del cristo no gotea cera
pero su piel está más caliente que nunca
y sonriéndole duerme
deseándole felices sueños y hasta mañana.

Comentarios

  1. Alucinante, Dani, veo un poema de Santa Teresa pero en siglo XXI, renovar la mística y el concepto del éxtasis religioso, del amor al dios, convertido en carne. Fantástico, mi enhorabuena.

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