JAB

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Hay en la mirada de José Ángel Barrueco, a partir de ahora JAB,
una melancolía cristalina, lejana como buen cinéfilo que mide el mundo real osea el que va a 24 fotogramas por segundo y el otro en el que a uno le dan o es como los demás, lleno de poesía viva limpia sincera. Lo mejor de leerle antes de conocerle y compartir tertulias y cervezas, es que ya sabes que sus temas y su expresión salen de una persona culta pero buena, me explico; observador, irónico, con fundamentos, sin malos rollos, leído, certero. Su literatura es amplia extensa y tocando casi todos los palos sin miedo.

A mi me metió en su libro de Lavapiés junto a mi hermano Álex Portero de lo que estoy agradecido pero a mi ya me tenía atrapado por obras como Asco, Recuerdos de un cine de barrio, Monólogo de un canalla y otras muchas, y también un tanto confundido ya que nos sorprende, lector, tomando el café que nunca bebo pero muy formales, eso sí, hablando como siempre de literatura o de la vida y relajados. Gran Voyeur espía a la vida pasar por debajo de su ventana
y nos cuenta que pasa con claridad. Ojos oscuros, pequeños y limpios, y ya de paso toma como uno de tantos maestros aquí Foster Wallace o Truffaut su propia vida como género. No hablo de memorias y temas que a su edad no tiene tampoco mucho sentido sino, lo que pasó ayer o hace un año y con esas herramientas hace un libro de espectador de cine de barrio, o sobre la educación sentimental, que lo hubiera titulado yo.
JAB, tiene ése punto de sonrojo y timidez cuando del que se habla es de él. Y si uno vive como escribe, lo puede entender todo. Más adelante hablaré de otros casos pero al revés, cosa que nunca uno verá en la obra, perdón, en la vida de JAB.

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