Una broma de mal gusto











El tiempo es una broma de mal gusto. Cada uno en el fondo lo sabemos y cada uno se lo gestiona a su manera. Seguir con devota convicción durante un tiempo las rutas desconchadas de un pájaro mal herido no me ha llevado a ningún sitio que no conociera hasta el detalle. Corazones solitarios, heridos o con válvulas artificiales. La calle Melancolía, donde fueron los proyectos vitales frustrados, el peso y valor que damos a las palabras, a los sueños, la liturgia de la sinceridad, el recuerdo que nunca se va, el calor que no se apaga. Y como siempre, llega esa hora de la madrugada cuando el brillo en los ojos de la noche es o de sueño o de una sardónica sonrisa, cualquier sitio es mejor que quedarte a solas, cuando te quedas sin contactos convenientes, cuando los vendedores callejeros te ofrecen una y otra vez cerveza, coca, maría... esa ya no es mi guerra, estoy en otra. Descuida, la ciudad se abre y te concede, por unas monedas y algo de barro, la diversión dentro de un tubo de neón, luces que ya no me alumbran ni me apartan de mi misión, cualquiera puede cobijarte en un abrazo, no lo dudes, sin esa pesada carga de condescendencia, sin que pueda intuir que será el último, sin ser las sobras de algo. Si, cualquiera, si por un instante tus heridas se cierran un poquito, es una broma de mal gusto, no lo dudes. Antes dije que nunca me había llevado a ningún sitio, no es cierto a uno si: a estar aqui ahora mismo. Ya no vuelvo a apagar incendios con alcohol, no tiene sentido, Verdad? Al igual que no volveré... ( y tocaría disculparme de nuevo, tapando agujeros con disculpas, disculpándome hasta de las más peregrinas minucias y tratando de tapar así cada grieta hasta la más ridícula, cuando el barco solo quería por fin descansar en el fondo del mar). Pueden ser los cables mal conectados en mi cabeza, mi apreciación de las cosas y su puesto en mi escala de valores un tanto particular, mi extraño sentido del humor, mi cinismo alguna vez fue sexy? No lo creo, solo una torpe defensa, un muro de protección, y como los ojos de aquel niño de siete años que se agazapa por el rabillo del ojo tras mis gafas de sol, llámalo "dame espacio", llámalo miedo o que no quiero mostrar las manchas de tristeza de mis ojos. La vida es una broma de mal gusto. Cada uno seguro que lo sabemos en nuestro interior y por eso o hastiados buscamos salidas a paraísos artificiales donde refugiarnos de tanta mezquindad o nos reímos con ella con cierto cinismo.  


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